Por muy tranquilo que sea el ambiente familiar en el que se cría nuestro hijo, va a ser normal que se enfade, llore, grite y tenga rabietas, si no consigue lo que quiere. Es importante establecer unas normas claras y bien definidas para que nuestro hijo sepa lo que se espera de él en determinados momentos (si te interesa conocer como debes establecer las normas a los más pequeños de la casa puedes leer Rabietas: 10 Consejos para educar a nuestros hijos). Es difícil mantener la calma ante las rabietas en los niños, sobre todo, si el «numerito» tiene lugar fuera de casa y con más espectadores de lo habitual. Debemos pensar, que esta conducta infantil, forma parte del proceso de maduración y desarrollo del niño, y que, a veces, es inevitable. A continuación, os proponemos una serie de consejos para intentar evitar que «estalle la tormenta» y si se produce, manejarla lo mejor posible.
Foto rabietas. Vía Shutterstock
¿QUÉ HACER PARA EVITAR LAS RABIETAS?
- Establece unas normas que faciliten la integración de tu hijo en el entorno, pero que no limiten totalmente su independencia y ganas de explorar y conocer.
- Escoge bien aquellos temas o situaciones en los que «pelear». Que el tira y afloja con tu hijo sea por motivos que merezcan la pena y no por un exceso de meticulosidad en su educación. Que no parezca que para todo hay que entrar en batalla.
- Hay temas que son innegociables, como los relacionados con su seguridad y salud, por lo tanto en ellos no debes ceder nunca.
- En cambio, déjale utilizar su derecho a poder elegir y negociar en otros temas, como pueden ser un juego, una prenda de vestir, el orden para ejecutar ciertas actividades, etc.
- Cuando no hace caso a lo que le pedimos, en lugar de repetirlo una y otra vez, cógelo de la mano y llévalo a realizar la acción que le has pedido (recoger los juguetes, lavarse las manos…).
- Felicítale cuando haga las cosas bien, ya que resulta mucho más efectivo como refuerzo, que cualquier reprimenda por hacerlo mal. Si sabe que te vas a fijar en él si hace las cosas bien, se sentirá menos tentado a portarse mal para llamar la atención.
- Evita las situaciones que pueden desencadenarlas, como que no haya dormido lo suficiente, que se haya pasado su hora de comer, no prolongues en exceso las visitas, etc.
- Intenta ayudarle a expresarse y contar lo que le pasa, si prevéis que se va a enfadar en un determinado momento.
- Cuando pueda existir un conflicto ante una situación concreta, si crees que lo puede entender (lo cual suele ocurrir a partir del año y medio), explícaselo e indícale lo correcto y si aún es muy pequeño puedes distraerlo cambiando de tema o de ambiente.
- Intenta mantener tu sentido del humor, en lugar de perder la calma ante alguno de los «numeritos» de nuestros hijos. No se trata de reírte de él, sino de sonreír interiormente de los recursos dramáticos que son capaces de desplegar para lograr lo que quieren. Te puede parecer una tontería, pero puede ayudar a relajarte ante la tensión que implica alguna de estas situaciones en público.
Foto: Tanozzo (Flickr)
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¿Qué hacer cuando ya ha estallado la tormenta?
A veces las rabietas infantiles son inevitables y una vez que se producen lo que debemos hacer es:
1º. MANTENERNOS SERENOS, lo cual puede resultar complicado, ya que estas situaciones nos producen una gran tensión y tendemos siempre a hacer cualquier cosa para ponerlas fin.
2º. MANTENERNOS FIRMES / NO CEDER; si lo que ha producido la rabieta ha sido un «no» a alguna petición o deseo del niño, este «no» debe mantenerse a pesar del llanto, los gritos o patadas de nuestro hijo. Si al final cedemos, nuestro hijo habrá encontrado la clave para conseguir todo lo que desea (lo que él habrá entendido es que para lograr las cosas debe chillar, llorar y tirarse al suelo). Aunque la situación se produzca fuera de casa y nos resulte más comprometido, tampoco debemos ceder ya que nuestro hijo se sentirá confundido y no acabará de entender porque unas veces consigue lo que quiere y otras no, y no sabrá cual es la mejor forma de actuar.
3º. IGNORAR LA CONDUCTA DE NUESTRO HIJO. No se trata de ignorar al niño, sino de no prestarle la atención que demanda con esa conducta. Así percibirá que sus enfados no logran la atención por parte de los demás y que no existe ningún refuerzo para ese comportamiento. Si le regañamos le estamos prestando la atención que busca y reforzando esa conducta. Para lograr esto, es necesario:
- Identificar si existe algún factor que refuerce esta conducta (puede que en casa de los abuelos reciba atención).
- La retirada de la atención supone eliminar todo contacto con nuestro hijo, ya sea visual, físico o verbal, y debe mantenerse desde que comienza la rabieta hasta que termina, momento en el que restableceremos el contacto sin mencionar lo que ha sucedido. Posiblemente los primeros días que sigamos estas pautas, el niño puede tener un aumento en el número e intensidad de las rabietas y pueden aparecer otras conductas negativas. Esto indica que nuestro hijo es consciente del cambio en su entorno, por eso en este momento es muy importante mantenerse inflexible y no ceder.
- Es normal que durante la rabieta el niño pierda el control y puede llegar a golpearse o hacerse daño con algún objeto cercano, por lo que debemos estar pendientes y retirar de su alcance cualquier elemento peligroso par evitar accidentes, pero sin que nuestro hijo detecte nuestro miedo o angustia porque entonces sabrá que debe hacer para conseguir nuestra atención. Si estamos en un entorno en el que pueda sufrir un accidente, una opción es cogerlo en brazos con firmeza para evitar que se haga daño y esperar calmadamente, sin hablarle ni gritarle, a que ceda el episodio.
4º. A veces no es posible ignorar a nuestro hijo porque recibe atención de otras personas o porque su conducta no es tolerable o incluso es destructiva. En ese caso una opción es realizar el «TIEMPO FUERA« que consiste en apartar al niño de la situación y llevarlo a otro lugar donde no reciba refuerzos ni estímulos (se le puede apartar a un rincón o a otra habitación donde no pueda jugar). El traslado se hace inmediatamente tras el mal comportamiento, evitando reñirlo o razonar con él mientras tenga la rabieta, ya que solo servirá como refuerzo. Sólo se le explicará que va a estar apartado unos minutos ya que su comportamiento no es el adecuado y que cuando se le pase podrá continuar con lo que estaba haciendo.
Espero que os hayan resultado útiles estas pautas, lo que está claro es que se requiere una gran dosis de paciencia para enfrentarse a los enfados y rabietas de nuestros pequeños.
¿Qué te ha parecido este artículo? ¿Tiene tu hijo rabietas?, ¿Qué haces tú para evitar las rabietas? Cuéntanoslo.
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– ¿Cómo lidiar con las rabietas de nuestros hijos II?
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