Que nuestros hijos no paran quietos no es un descubrimiento. Debido a su incansable actividad física, en ocasiones sufren riesgos y uno de los más frecuentes son las lesiones oculares: por practicar algún deporte, por no llevar una protección frente al sol adecuada o simplemente porque se le ha introducido un cuerpo extraño en el ojo.