Cuando el niño adoptado llega a casa, una de las cosas más importantes es crear APEGO entre padres e hijo. Si no hay apego no hay familia, de aquí lo importante que es desarrollarlo.
El apego es la relación especial que el niño establece con un número reducido de personas. Es un lazo afectivo que forma entre el mismo y cada una de estas personas. Es un proceso bidireccional, de padres a hijos y de hijos a padres.
Podemos decir que el apego es una necesidad del ser humano. Nos lleva a vincularnos con las personas con las que estamos en contacto de forma significativa y constante.
Como lo hace un padre y una madre con su hijo biológico. Cubriendo sus necesidades físicas básicas (alimentación, cuidado, aseo, proteger de elementos externos …) y dando cariño, amor. Si hacemos esto nuestro hijo se apegará a nosotros. Una vez desarrollado el apego, este lazo afectivo será tan fuerte como si el hijo fuese biológico. Le querréis igual. Y él a vosotros os querrá igual.
Un bebé recién nacido tampoco tiene apego. Lo crean los padres, lo que sucede es que es más rápido. Un bebé construye el apego desde el momento en que sus necesidades físicas y emocionales son cubiertas. El padre o la madre prioriza y supedita las necesidades de su hijo a las suyas propias, ayudando así a construir un apego adecuado.
Alrededor de los seis meses el bebé comienza a manifestar acciones intencionadas: sonríe, mira… desarrolla preferencias hacia sus cuidadores, en nuestro caso, los padres que son quienes le cuidan.
¿Qué sucede con un niño adoptado? Pues que se puede complicar algo ya que el niño suele tener más edad y trae consigo un patrón de apego de su vida anterior.
Un bebé se apega mucho más rápido que un niño de 3 años. A mayor edad -en principio- más tiempo necesitaremos para desarrollar apego con los padres. Y también tenemos que tener en cuenta el patrón de apego que trae el niño.
Dependiendo de la forma en la que el adulto con el que nos vinculamos responda a nuestras manifestaciones y necesidades, ese vínculo que se establece puede ser sano-seguro o no sano-inseguro, (si el adulto está y responde de forma consistente y permanente a las necesidades del niño, hablaremos de un vínculo sano, si lo hace de forma inconsistente, creará un vínculo inseguro) y lo que tenemos que conseguir es asegurarnos de que el niño establezca un vínculo sano con nosotros, su nueva familia, y romper con el posible patrón anterior -con el que puede llegar- que si es una vinculación no sana, tenderá a repetirlo con nosotros y con el resto de las relaciones que establezca a lo largo de su vida (amistades, pareja, hijos, etc.).
De esta manera, podemos desmontar el mito popular de que no se quiere igual a un hijo adoptado que a uno biológico. Falso. El apego no está biológicamente determinado, no se establece en el útero, ni está en la sangre. Se desarrolla cubriendo las necesidades físicas básicas y emocionales del niño. Haciendo esto nos apegamos mutuamente y este lazo afectivo que se da en las familias es muy fuerte y dura toda la vida.
Lo importante es que padres e hijo realicen el apego, no cuánto tiempo tarden en hacerlo. No hay tiempos establecidos o prefijados. Los expertos indican que de uno a dos años suele ser un tiempo adecuado.